El art déco, junto a su antecesor el art nouveau, significaron la transición del clasicismo a la modernidad en la centenaria villa de Camagüey, a unos 550 kilómetros al este de La Habana.
Próxima a cumplir 500 años, en el 2014, en ella descuella una variedad de estilos arquitectónicos que rompe con el mito de la ciudad colonial, en nuestros días Patrimonio Cultural de la Humanidad.
En esa gama de formas constructivas, presentes en un elevado número de edificaciones del conjunto urbano, se inserta el art déco, asumido hasta en los detalles mínimos de la decoración.
De hecho fue el estilo de preferencia en viviendas especulativas que inundaron la urbe en las décadas de los años treintas y cuarentas del pasado siglo.
Resalta como paradigma de ese estilo la vivienda 304, situada en la calle Andrés Sánchez, en el Reparto La Vigía, construida en el 1940 por el arquitecto-ingeniero Roberto Antonio Douglas Navarrete. Sus propietarios originales fueron el matrimonio Enrique Loret de Mola y Macela D’John.
Del mismo autor se reconoce también la residencia ubicada en “Julio Sanguily” número 556, en el mismo reparto, construida en 1942 y propiedad original de la señora Ángela Balmaseda.
A Navarrete, quien incursionó en el art déco y en el racionalismo, se deben también el antiguo Tennis Club (actual edificio del Palacio de la Juventud) y el Colegio de Arquitectos (ahora sede del Comité Provincial del Partido).
Variadas obras del art déco pueden encontrase en la céntrica calle República, de Camagüey, en las viviendas números 166, 164, 162A y 162B; y en el antiguo Colegio Champagnat, construido por los Hermanos Maristas en 1942 y diseñado por el arquitecto catalán Claudio Muns Blanchart.
El Champagnat (hoy la escuela Primaria Josué País) despunta en la ciudad como clásico ejemplo de la concepción integradora de diseño y decoración déco. El edificio sintetiza la tradición monástica con los requerimientos de la educación y con los preceptos establecidos por el estilo arquitectónico.
A pesar de los cambios en el inmueble, buena parte de sus elementos, sobre todo los decorativos, han sido bien conservados los detalles del friso y el plafón del salón de reuniones, el piso y los geométricos del recibidor, el decorado de la puerta principal y los diseños originales en la carpintería.
Muns Blanchart creó, además, el proyecto del conocido Hotel Puerto Príncipe. Otros arquitectos de renombre local, nacional o extranjero dejaron también obras art déco de relevancia en Camagüey, entre ellos Felipe Herrero Morató, creador del afamado Teatro Alkázar.
Se trata de un estilo que llegó para cambiar la imagen edilicia y modernizarla, para abrir nuevos caminos con expresiones estéticas diferentes, donde lo bello se expresa a través de una decoración no tan cargada, apuntó al respecto la investigadora Adela García Yero.
También se manifiesta en una decoración rayana en el equilibrio y, en muchos casos, en la simetría y en una utilidad cada vez mayor de las edificaciones, añadió.
Sus características más significativas en el legendario Camagüey son los frisos decorados con motivos florales geometrizados, con formas amorfas que tienden a la dureza; balcones con ménsulas geométricas; pilastras y pretiles escalonados y vanos con terminaciones adinteladas, ochavadas y escalonadas.
Asimismo, en sus rejas los motivos romboidales, las trencillas y los diseños rectos acusan una ruptura con los arabescos trabajados durante la etapa colonial y de la República; con cubiertas planas o de tejas criollas o francesas que modernizan fachadas y mantienen un interior tradicional.
Los especialistas afirman que toda la gama compositiva del art déco en las edificaciones excepcionales o relevantes de ese estilo fue explotada y aprovechada en este oriental territorio, con resultados que aún asombras, en muchos casos debidamente rescatados y conservados.
La continuidad de la decoración déco se extendió, además, en carpinterías y balcones de los inmuebles levantados bajo su influjo.
Aún se difunde el estilo. Elementos que fueron preconizados aquí por ese arte como las rejas, el uso de pretiles y de azulejos en la decoración de fachadas e interiores, ubicados de manera que imiten el rombo clásico o figuras geométricas, perduran formando parte de un diseño más simplificado.
Figuras elementales del estilo, tales como cuadros, triángulos, círculos o rombos, se acomodan bajo la iniciativa popular en perdurables combinaciones que acompañan la alternancia de las líneas horizontales y verticales de los portales y los vanos de puertas y ventanas.
Se preserva así un patrimonio insustituible en la trama ancestral de la ciudad. (Por Mabel Guerra García/Corresponsal de Prensa Latina en Camagüey).
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