“El periodista debe siempre buscar lo nuevo en la propia realidad. El periodista es un cronista de su época y debe atemperase a ella”. Así los definió Elio Véliz Sánchez al recibir el Premio por la Obra de la Vida, por su prolongado y fructífero hacer en el gremio.
Hombre que dedicó toda su trayectoria laboral al ejercicio de esta profesión, aún lo recuerdo parado junto a su buró, acaso porque la firmeza se expresa mejor de pie.
Por entonces la redacción del periódico Adelante bullía en el reparto Jayamá. Era espaciosa, ventilada y la luz, centinela insomne, se enseñoreaba en aquel horno de ideas.
Las insustituibles máquinas de escribir de entonces, con su tap-tap-tap, convocaban a la reflexión cotidiana, al diálogo encendido, al intercambio fraterno y respetuoso entre pensadores.
La zafra no era el tema más ambicionado por los reporteros; requería conocimientos y sacrificio, sobre todo porque Camagüey era uno de los mayores aportadores de azúcar a la economía nacional.
Sus 14 centrales, 24 antes de la primera división político-administrativa, molían de día y de noche, recuerda Elio, quien se encargó de escribir al respecto en las páginas del primer impreso fundado por la Revolución.
En los campos de caña, los vocablos sudor y trabajo se personificaban en hombres y mujeres convencidos de que aseguraban la vida del país y de la Revolución misma.
Allí estaba, junto a ellos, Elio, el intelectual con agenda y bolígrafo en mano, quien alentaba a los macheteros con sus preguntas inteligentes, el optimismo raigal y la convicción de que la proeza era viable y cierta
No pocas veces faltó su presencia en el hogar en esas fechas señaladas para la familia, porque el pitazo de algún coloso camagüeyano sonaría justo a la medianoche en señal de victoria.
Y es que siempre habrá periodistas dispuestos a sacrificar su yo por la fragua fecunda del nosotros.
Por eso Elio Véliz es uno de los monarcas del Periodismo en Cuba, y será por siempre el pensador que enorgulleció por muchos años a sus colegas.
Hoy el inoportuno, desafortunado e imprudente Parkinson lo priva del placer de escribir que hace años sentía frente a la Underwood, primero, y ante la Robotron, después.
Sin embargo, nadie le podrá arrebatar el rango que supo ganarse con su dedicación, callada y sin fanfarrias, siempre en función del estricto cumplimiento del deber. (Sonia Castillo Cabrejas/Corresponsal de Opciones).
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